Ser mujer es factor de riesgo
Nuria Varela, Feminismo para principiantes.
Cuando inicié la carrera, poco se hablaba del litigio con perspectiva de género y el feminismo. Me tocaron (y estoy segura de que todavía a muchas personas que estudian Derecho les ha tocado en la actualidad) chistes acerca de cómo las mujeres no servimos para ser abogadas por ser “muy sentimentales” e inclusive chistes haciendo referencias sexuales a la menstruación. Así me formé y así también me ha tocado litigar.
Poco a poco, con el pasar del tiempo y de unos cinco años para acá, he sido testiga de como se van abriendo más espacios dentro de la universa jurídica para poner sobre la mesa el por qué es importante litigar con perspectiva de género y desde la diversidad e inclusión. Estos debates han resultado en diversas reformas legales, firmas de tratados internacionales y creación de materiales como los “Manuales para Juzgar con Perspectiva de Género” en diversas áreas de litigio, por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Cada vez, somos más mujeres las que nos involucramos en litigar y crear contenido relacionado con este tema, y que han dado pie a que diversas personas y sociedad civil, se unan para hacer análisis legales de temas que, durante muchos años, han sido discutidos solo por la hegemonía.
Celebro mucho esto. Como una mujer que litiga en un sistema machista y hostil, que fue formada dentro de una universidad que permite comentarios violentos hacia las diversidades en sus aulas, me llena el corazón saber que esto existe; que existimos y que también resistimos.
Dentro de mi experiencia como litigante en el mundo laboralista, me ha tocado aprender que la violencia al ejercer el derecho no existe sólo desde la autoridad o desde las personas trabajadoras o personas empleadoras: la violencia, como una raíz que todo lo pudre y lo consume, inicia, se reproduce y se perpetua también desde el litigio.
Desde la postura de ser representantes de la persona que nos contrata en un juicio, hasta las indicaciones dadas por las personas que dirijen las firmas y/o despachos jurídicos, que las personas pasantes siguen de manera incuestionable, existen muchas conductas realizadas (la gran mayoría de ellas, normalizadas) que siguen violentando a las personas trabajadoras, aun cuando su relación laboral ya terminó; es decir, la violencia se sigue reproduciendo dentro del proceso de conciliación o el juicio laboral, dependiendo del caso. En la gran mayoría de las ocasiones, estas violencias incrementan las afectaciones a la esfera psicosocial de la persona que fue víctima, además de exponerla a un proceso de revictimización constante. Desde la experiencia de esta pasante de la firma LAIN Laboral Interseccional, les comparto algunos de los casos que hemos tenido la oportunidad de acompañar.[1]
Hace unos meses, tuvimos una clienta que vivió una serie de violencias laborales, acoso y discriminación por parte de sus ex empleadoras y en específico, de la persona que fue su superior jerárquico inmediato durante un poco más de la mitad del tiempo que duró la relación laboral. La demanda se presentó, y estábamos a la espera de que el tiempo pasara… y fue entonces cuando nos notificaron la contestación por parte de una firma de abogades (muy reconocida, además) que actuaba a nombre y representación de aquella famosa aseguradora; escrito de contestación que no hacía más que revictimizar[2] y practicar gaslighting[3] a nuestra clienta una y otra vez. Me permito citar algunas de las manifestaciones vertidas en el escrito para constatar la veracidad de lo que narro:
Si bien la violencia laboral, el hostigamiento y la discriminación que vivió nuestra clienta fue, originalmente generado por parte de sus ex empleadoras, es claro que la contestación de sus representantes constituye una nueva violencia: el gaslight. Al hablar acerca de las acusaciones referidas, la contestación es un acto de revictimización y violencia en sí misma, ya que por medio del gaslighting (como previamente se definió), produjo una carga o sufrimiento adicional a los hechos descritos por nuestra clienta.
Cuando se logró convenir el asunto para dar por terminado el juicio, se requirió de nuestra representada la eliminación de toda acción (jurídica y administrativa) en contra de sus empleadoras, además de exigir de forma expresa que no hablara ni mencionara, de forma pública o privada, nada que involucrara a la aseguradora NI AL DESPACHO, lo que, desde nuestra perspectiva, es una confesión tácita de la violencia que también ejercieron.
La conciliación de Diana fue compleja por todo el contexto que rodeaba su despido injustificado, y por eso, cuando al final se llegó a una cifra que convenía a ambas partes, todas las personas involucradas respiramos de alivio... demasiado pronto, debo admitir.
Cuando llegamos al Centro de Conciliación Laboral de la CDMX, a Diana, al conciliador y a mí, nos sorprendió muchísimo que la pasante que representaba a la demandada llegara con un costal de croqueta para perros y que, dentro de ese costal, estuviera el cumplimiento del convenio. Honestamente, al principio pensamos que era una broma, de pésimo gusto, pero al escuchar como la abogada nos narraba que había sido “una idea genial por parte de los clientes poner el dinero en el costal para disimular” nos cayó el veinte de que eso iba muy en serio.
En cuanto entramos al cubículo del conciliador y confirmamos lo que ya sabíamos, mi prioridad fue dar contención a Diana. Ninguna de las dos podía creer lo que estaba sucediendo, pero para nosotras (como firma) lo más importante era (y siermpre ha sido) escuchar lo que nuestra clienta quería hacer y apoyar esa decisión. Como mencioné, fue difícil el proceso conciliatorio, así que ella solo quería que ese proceso terminara, por lo que aceptó recibir el pago y que se cerrara el proceso correspondiente ante el Centro de Conciliación.
Es importante mencionarles también la actitud por parte del conciliador, quien, al ver nuestra molestia, le solicitó a la abogada contraria que nos dejara platicar un minuto con él. En ningún momento el conciliador, dentro de su papel como autoridad competente en ese acto, manifestó apoyo o alguna alternativa que pudiera detener la violencia de la que Diana estaba (continuaba) siendo víctima, sino todo lo contrario: “Mira, esa gente siempre será así entonces déjalo pasar, mañana va a ser esto una anécdota de lo que te vas a reír”.
Después de ese comentario y a pesar de que en todo momento hicimos evidente lo violento y humillante, y la manera en la que esto vulneraba los derechos laborales y humanos de Diana, cuando les abogades de la contraparte permitieron que se presentara de esa manera el pago, los comentarios de la abogada fueron encaminados a enaltecer la “grandiosa idea” de poner el pago en el costal para “disimular la cantidad que traía” en ese momento.
Después de eso, el jefe del despacho se comunicó con Alix Trimmer (fundadora de LAIN Laboral Interseccional) para “ofrecerle una disculpa por lo que había ocurrido en la cita”. Cuando Alix lo cuestionó acerca de cómo harían llegar la disculpa a Diana, la respuesta fue que a ella no se le debía ninguna clase de consideración ni disculpa, que esto solo era “cortesía profesional”.
Hasta hoy me pregunto si una respuesta de apoyo y cero tolerancia a la violencia por parte del conciliador hubieran cambiado la decisión de Diana. Y también a veces pienso en ¿qué habría sucedido si el jefe de ese despacho hubiera detenido esa -evidente violencia desde el momento en que se enteró de como sus clientes habían entregado el pago? Probablemente si eso hubiera sucedido, yo no les estaría contando esto, y Diana tampoco hubiera sido nuevamente violentada y revictimizada.
Renata es una mujer trans que fue acosada sexualmente y discriminada por su identidad de género en el lugar donde trabajaba.
Como toda empresa grande, la ex empleadora de Renata tiene sus protocolos de actuación y atención para casos de violencia laboral, acoso y hostigamiento laboral detallados y en papel. Y también, como la mayoría de las empresas, suele colgar de las ventanas de su edificio la bandera del orgullo en junio, todos los años... hasta que te violentan y no saben ni como implementar los protocolos, ni mucho menos dar un acompañamiento que sea digno, no revictimizante, inclusivo e interseccional.
Renata comunicó lo que había sucedido con el cliente que la acosó, así como también comunicó el acoso laboral que vivió por usar ropa que respondía a su identidad de género. Desde que ella denunció la situación de acoso, recibió “asesoría” legal (misma que además puntualizaron solo le proporcionarían mientras existiera relación entre el cliente que la acosó y la empresa). Como parte de la asesoría, le solicitaron que presentara una narrativa detallada por escrito de todos los hechos, incluyendo las fechas exactas en que estos acontecieron. Renata, como puede esperarse en una persona que sufre violencia sexual, no recordaba con exactitud las fechas de lo que ocurrió, por lo que el abogado de la firma le dijo que “podía inventarse las fechas, pero que sin esa precisión no podían proceder a nada”.
Cuando Renata manifestó que estaba en contra de falsear las fechas, la respuesta fue violenta, revictimizante, plagada de insensibilidades y machismos cotidianos, diciéndole que había sido ella quien estaba exagerando y/o malinterpretando las situaciones (revictimización), dudando de la veracidad de su narrativa sobre la existencia del acoso. Actualmente el caso no ha concluído y nos encontramos acompañando a Renata en este proceso.
Resistir y existir en el litigio.
Todas las narraciones están relacionadas con prácticas que son parte de la universa cotidiana del derecho, incluyendo los diferentes roles que como personas litigantes podemos jugar en un caso concreto. Me resuena mucho que cuando yo hablé acerca de la intención de escribir esto con amistades, algunas me mencionaron que estas conductas narradas eran parte de la “vida” a la que yo había decidido enfrentarme como abogada. Esto a su vez me recordó a las formas en las que las personas suelen justificar la existencia de las violencias (cotidianas y, por ende, minimizadas). ´
En el libro “No son micro. Machismos cotidianos” de las autoras Claudia de la Garza y Eréndira Derbez, se definen los micromachismos como aquellos que: “... Hacemos o decimos cosas que refuerzan las desigualdades, la mayoría de las veces sin darnos cuenta: una mirada de reprobación o un comentario irreflexivo, tanto en lo privado, en pareja o en familia, como en los lugares que compartimos con muchas personas, como en la escuela, en el trabajo o en las redes sociales. Estos gestos, dichos, conductas y actitudes de violencia sutil son llamados micromachismos ya que, por la cotidianidad con la que se ejercen, suelen pasar desapercibidos.”(sic)[4]
Estas microviolencias desde el litigio, como contestar una demanda utilizando un lenguaje violento y revictimizante o permitir que la parte que te contrata siga cometiendo actos que constituyen violencia laboral hacia otra persona (por citar algunas dentro de las narraciones), son parte de lo que sigue perpetuando que el derecho y su práctica sea hostil y agresivo hacia las mujeres y la diversidad.
Este artículo además de señalar o contar, es una invitación a la reflexión acerca de qué podemos hacer de manera diaria (como litigantes, como personas que acompañamos, como personas que nos presentamos en una audiencia o conciliación para representar a alguien), para transformar el derecho, para quitarle esa raíz putrefacta que es la violencia y convertirlo en un espacio que sea real y genuinamente seguro para todas las personas que lo necesitan o que deciden ejercerlo.
Aminstía Internacional es una de las asociaciones que son referente cuando se trata de hablar acerca del litigio estratégico[5], el cual, está pensado para promover el respeto a los derechos humanos de todas las personas en todas las etapas del proceso, con el objetivo de cambiar las leyes y las prácticas. Quizás podamos hacer mucho si aprendemos y tomamos notas de prácticas como las que Amnistía sugiere, para generar un cambio en la realidad.
Ya existen los manuales, ya existen las leyes. Nuestro país ya es parte de una diversidad de tratados internacionales para erradicar la violencia en contra de todas las personas, por ello, resulta importante cuestionar “lo micro”, lo cotidiano, lo que es costumbre, para definir si ese micro cambio de pronto se convierte en una suma de acciones en donde ya no exista espacio para la violencia ni desde las prácticas, ni desde las leyes, ni desde el Estado.
Porque ese derecho ya lo estamos creando, y en ese derecho existimos y resistimos. Nos estamos haciendo visibles, cada persona desde su trinchera, desde la reflexión, desde la duda y, sobre todo, desde la acción.
[1] Todos los nombres de las personas (físicas o morales) involucradas dentro de estas narraciones han sido cambiados u omitidos por privacidad de datos.
[2] La revictimización es aquella acción que produce una carga o sufrimiento adicional añadido por parte de instituciones públicas o privadas que son encargadas de brindar la atención a la víctima de un delito o violación a sus derechos humanos.
[3] El gaslighting es la manipulación psicológica de una persona, que causa que la víctima cuestione la validez de sus propios pensamientos, percepción de la realidad o recuerdos y generalmente lleva a la confusión y pérdida de confianza.
[4] No son micro. Machismos cotidianos. De la Garza, Claudia. EN LÍNEA. Disponible en: https://utvt.edomex.gob.mx/sites/utvt.edomex.gob.mx/files/files/1%20.-%20ACERCA%20DE%20LA%20UTVT/1.13%20IGUALDAD%20DE%20GÉNERO/MACHISMOS%20COTIDIANOS.pdf
[5] De acuerdo con Amnistía Internacional el litigio es “estratégico” cuando está diseñado conscientemente para promover la aclaración, el respeto, la protección y la realización de los derechos. La idea es cambiar las leyes, políticas y prácticas, y obtener remedios o reparaciones tras violaciones de derechos humanos. El litigio estratégico también trata a menudo de concienciar a la población sobre una injusticia.
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